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En un día como hoy

  Hoy… amanecí más despeinada de lo normal, el mundo desordenado me habla, me dice que me deje llevar; el sol calienta mis piernas, camino… sigo los pasos del viento asustado, me habitan las ganas de tenerte.   Colgaban los sueños en la vereda de la vida, y hay días en los que no quiero ser la misma, seré del mundo hasta que mi corazón sane la herida ; cargando el pasado, ese dolor en mi alma me agota, pero todo se alinea en el camino de los sueños.   Y hay días en los que me cansa andar detrás de cosas, especialmente de mi alma, de levantar el cuerpo herido y ponerlo a trote de nuevo, sintiendo que me desplomo.   A veces no sé cómo transitar en el camino de piedras y cristales rotos; me veo ahí, en el reflejo, siendo un pedazo más, pero soy tan única, no soy otra cosa, en realidad, nunca mostré nada que no fuera real, no importan esas otras palabras que no conocen mi verdad.

Para vivir

La hora pasa y sigo sentada en el mismo lugar, contando azulejos, oyendo los gritos desesperados  que llegan a mi; a lo lejos se oyen las camillas andar por los pasillos, el ruido del ascensor  al subir y bajar, y un extraño estrépito que no reconozco, entre tantos otros que se pierden en mi mente  distraída. Uno, dos, tres... y empiezo otra vez; mi mente no descansa un segundo. Las veinticuatro horas del día luchando para vivir aquella vida que estaba dispuesta a pagar con  ilusiones y sonrisas, con amor y sin prisa.  Las sabanas blancas, el olor a flores que me gustaría sentir, me lo imagino:  un campo lleno de rosas  y  margaritas. Pero todo sabe mal; mi respiración se agita, mi pulso se apresura por vivir.  En el reloj de arena que dibujé, la hora pasa más lento, la vida duele por cada minuto  y mi cuerpo está pagando por su lentitud.